No deja de sorprender que las realidades que se viven en todo el contexto nacional de nuestro país (y seguramente ocurrirá lo mismo en otros países) se asemejen y reflejen en los condominios o cualquier otro tipo de comunidades inmobiliarias habidas en Venezuela. A veces, una realidad muy dura que incide en la conducta de los copropietarios que tiende a provocar el aislamiento y la apatía de estos, para participar en la conducción o administración del condominio.

Y no nos cansamos de ver en nuestra ya larga trayectoria dedicada a la investigación y tratamiento de los asuntos y del derecho condominial, como los condominios se van arruinando f´`ísica y moralmente, precisamente por el abandono de las responsabilidades legales de sus copropietarios, en su administración. Ya ni siquiera quieren postularse para integrar uno de los tres órganos vitales señalados por el artículo 18 de la ley de propiedad horizontal de Venezuela, para administrar el edificio, como lo es la junta de condominio. Los otros dos son: la asamblea de propietarios y el administrador.

Esta situación de abandono de los propietarios la podemos calificar como un suicidio; y deja abierto el campo para que surja cualquier circunstancia fáctica, contraria a derecho, que causará conflictos de todo tipo y hasta violencia física y psicológica en el condominio. Y cada día es una situación más frecuente.

Y si a esto le agregamos que el otro órgano de administración del condominio, ejecutivo, como lo es el administrador, no cumple todas sus funciones y responsabilidades legales señaladas por el artículo 20 de la ley antes citada venezolana, desembocamos en una tormenta perfecta que destruye la ley, la propiedad privada y nos desliza por el tobogán de la anomia directo a la anarquía en el condominio.

Es así, en un condominio-país, donde no hay respeto a la ley ni contrapesos entre las conductas del bien y del mal, que vemos como se dan con gran facilidad la hipocresía, la ira, la rabia, el odio, la envidia, la deshonestidad y la corrupción. Propietarios que ofrecen apoyo a otros con la falsa promesa de provocar un cambio en el edificio, de rescatarlo y de hacer una sana administración, cuando lo que buscan en realidad es satisfacer sus egos personales de poder; de mandamás o de señoríos; propietarios que chantajean a sus vecinos con el pago de sus gastos comunes si no logran algo a cambio (que hagan las cosas como ellos caprichosamente las entienden); propietarios que no pagan sus gastos escudándose en acciones legales intentadas por otros, simplemente con el afán de vivir a costillas de los demás; o que dejan de pagar también sus gastos alegando que no les gusta el administrador del condominio; o propietarios impertinentes que ante cualquier decisión de la junta o del administrador intentan todo tipo de denuncias infundadas y alocadas, ante organismos administrativos del Estado, simplemente con el fin de molestar o de crear matrices de opiniones, aprovechándose de la ignorancia de otros para crear solidaridades automáticas; en fin, tantas circunstancias que podríamos señalar, pero que se traducen todas en un denominador común: la amenaza de propietarios con el uso de sus contactos personales y la falta de pago de sus gastos comunes, todo propio de la “viveza criolla venezolana” que se ha aumentado a lo largo de los últimos 23 años, en un país cuya sociedad parece despreciar la ley y no darse cuenta que es a través de ella que puede lograr su libertad, orden y progreso.

Y es que los males de un país, lo que se ve día a día en las calles, se llevan también todos los días a los condominios, a nuestras casas, a nuestras comunidades. No son marcianos quienes salen a las calles y vuelven ciudadanos de noche a sus casas. ¡No! Los nihilistas, resentidos sociales, violadores de las leyes, terroristas, delincuentes y trastornados mentales que salen en la mañana, vuelven también a sus casas más tarde con toda su carga negativa.

Y aquí es donde juega un papel estelar las fuerzas del bien: las del ciudadano responsable que se propone cambiar el estado de cosas malas por un escenario mejor, más humano; más vivible y decide entonces por convicción propia, participar y motivar a otros para seguir las reglas de la ley y tomar la administración del condominio, del país, y proyectar un nuevo rumbo. Y es la única manera de hacerlo; sin prejuicios, sin importar los mitos, tabúes o desánimos que otros vayan a poner en el camino, un propietario y ciudadano responsable no necesita ningún otro empoderamiento que el derecho que le da la ley para participar en los órganos de administración, en este caso, en las asambleas de propietarios o en la junta de condominio, para ejercer los contrapesos y vigilancia de todas las operaciones que un administrador pueda hacer dentro del condominio.

Para participar en la administraci´ón del condominio se requiere tiempo; voluntad; preparación y sobre todo, disposición a aprender con los asesores especializados en la materia. Procondominios te da la gran oportunidad de salir de la oscuridad y de propiciar el mejor ambiente de convivencia en tu comunidad, bajo el cumplimiento de la ley, del orden para lograr el mejor y mayor progreso posible en tu comunidad.

Siempre hemo dicho y lo mantenemos, que una sociedad dividida, se atrasa y no progresa. Un condominio donde unos cuantos propietarios inconscientes no pagan sus gastos comunes, por la razón que sea, tiende a arruinarse si no se toman los correctivos y acciones legales pertinentes. Afortunadamente, las mayorías y las realidades se imponen: cuando la mayoría se decide ir en una dirección del cumplimiento de la ley, del orden para progresar, ¡no hay quien la detenga!

Educamos a las comunidades inmobiliarias de Venezuela por un mejor vivir y para que cesen los partidos en su seno, que tanto daño hacen.

Rafael Ángel Viso Ingenuo

Abogado venezolano, Presidente de Asesorías Pro Condominios, C.A.

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