Mirar a Venezuela desde la perspectiva de lo que ocurre en un condominio o en cualquier especie de las comunidades inmobiliarias que se dan en su territorio, es un ejercicio más que interesante, porque permite observar en el nivel de hábitat más pequeño, como se comportan los ciudadanos y cuáles son sus conductas que construyen, para bien o para mal, el país que tenemos hoy día.

Y es que no puede ser distinto el manejo del poder público en cualquiera de sus ámbitos a lo que se observa en un micro país como lo es el condominio, puesto que son los mismos seres humanos que modelan conductas que observan desde el poder del Estado y que trasladan a sus hábitats donde residen.

Es por ello, que hemos decidido crear una nueva categoría en este espacio digital para reflexionar ampliamente y al detalle, sobre lo que vemos en las realidades que se dan en nuestra Venezuela día a día y las que se verifican en los condominios y otras comunidades inmobiliarias. ¡El paralelismo es impresionante! Las conductas de los ciudadanos en estos escenarios, uno macro y otro micro está atravesado en toda su extensión por la daga de la cultura del poder; de cómo nos relacionamos en Venezuela donde la amenaza del poder con la cárcel como paradigma de la justicia es lo que se impone.

Una sociedad que está en jaque permanente; que no actúa o deja de actuar si no es amenazada porque no conoce en lo más mínimo que la verdadera libertad del ciudadano se logra al máximo cuando este decide voluntariamente cumplir con las normas del estado de derecho. Es así como se logra materializar la justicia, partiendo primero de la convicción cívica, del valor de la ley y entendiendo sus beneficios colectivos; y luego, llegando a la vía de su realización a través de los procedimientos establecidos cuando la ley no es observada por los ciudadanos.

El Estado Justo viene a ser una perfección de la democracia como régimen político. Es impregnar con justicia todos los órdenes de la vida del ciudadano. Es apegarse en todo momento a un valor máximo son el cual una república no pudiera existir; es no permitir, aceptar, tolerar, que ningún ciudadano dañe a otro; ni que el Estado mismo sea victimario por acción o por omisión. Es en definitiva, el control del poder por la justicia.

¿Cuántas veces en los condominios observamos a copropietarios con conductas extremistas; fanáticas, esquizofrénicas; psicóticas que dañan los valores de las mayorías y pisotean los derechos legales establecidos en los documentos de condominios y sus reglamentos? Eso pasa porque esa mayoría se deja sencillamente victimizar y no hace uso del concepto de justicia. Y no nos referimos aquí a hacerse justicia por mano propia apelando a medios fácticos, porque por definición, eso no es justicia y por el contrario, profundiza las cultura del barbarismo y de la violencia.

Cuando una comunidad decide actuar con justicia, lo primero que hace es organizarse “para pelear”, para combatir con la ley, con la razón; sabiendo ejercer sus derechos. No hacer nada por razones económicas o simplemente para no resolver el problema esperando que otros hagan algo, es profundizarlo, agravarlo.

Con los estímulo correctos los seres humanos somos capaces de lograr resultados maravillosos. Si nos entrenamos y enfocamos en la cultura de la ley; en apreciar el orden y el progreso que nos deriva su cumplimiento, entonces iniciaremos el tránsito por el camino hacia la prosperidad, la seguridad, la paz y el bien común para todos, entendiendo a cada individuo con sus diferencias y lejos de cualquier ideología que pretenda que todos somos iguales. Todos deberíamos tener iguales oportunidades para desarrollarnos, pero son las distintas capacidades de cada quien las que marcan las diferencias y el progreso en una sociedad.

El Estado Justo tiene entre sus postulados dar iguales oportunidades a los ciudadanos, pero aprovechando sus diferentes capacidades y talentos para lograr sus fines.

La inteligencia en el uso del poder del Estado Justo está precisamente en aprovechar al máximo los resultados de esas distintas capacidades de sus ciudadanos; la brutalidad de pretenderlos todos iguales, es la mediocridad del poder; la anti inteligencia en la gerencia del Estado; y de eso los venezolanos ya sabemos y conocemos bastantes en este último cuarto de siglo.

Un país libre se logra sólo con justicia! Un ciudadano libre es uno más inteligente y se desarrolla más y a la vez permite más desarrollo que uno que está oprimido, controlado y en consecuencia, humillado por el poder. La mejor forma de humillar y destruir a un ciudadano es controlándolo a través del poder del Estado en todos los órdenes de su vida. Cuando las compuertas de la justicia se abren, fluirá siempre el río del progreso; de las ideas y en definitiva del progreso.

A modo de conclusión: si desde los escenarios micros como lo son los condominios, las comunidades, las parroquias, los municipios nos dedicamos a fomentar la cultura de la democracia, de la justicia a través de la participación ciudadana dentro de los valores de la justicia y el bien común, aprovechando los talentos y capacidades que tenga cada individuo, estaremos dando los primeros pasos para reconstruir la república de Venezuela.

Rafael Ángel Viso Ingenuo,

Abogado, Presidente de Procondominios, C.A.

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